Todo México es famoso por su deliciosa comida, y Sonora no es la excepción. La carne de nuestro Estado es probablemente el alimento más popular, ante los ojos de los extranjeros y ante los locales, aunque su capacidad gastronómica es más que eso. En la sexta edición del libro Cocina Sonorense de Ernesto Camou Healy y Alicia Hinojosa se explica de una excelente manera el origen de lo que hoy conocemos como cocina sonorense, esto en su apartado de introducción:
La gastronomía sonorense es producto de la combinación entre las técnicas nativas y la influencia europea que llegó a nuestras tierras hace algunos siglos. Prueba de ello son el trigo y la carne de res, puesto que fueron importados por los españoles y ahora forman parte de los alimentos que resumen nuestras costumbres gastronómicas en Sonora junto con el maíz, el frijol, las calabacitas, el chile verde o colorado y el chiltepín. Los primeros habitantes de nuestro Estado ya practicaban la caza de algunas especies silvestres, que en mayormente se convertían en alimento, aunque indudablemente los productos derivados del ganado se convirtieron en la imagen alegórica por excelencia de la comida sonorense.
En Cocina Sonorense, se cuenta que “el trigo, necesario para la confección de hostias y la celebración de la Eucaristía, se comenzó a sembrar en las misiones jesuitas desde que éstos entraron a catequizar a los yaquis en 1617”. Eventualmente ese mismo trigo terminó en el norte, aunque “nuestros antepasados, poco acostumbrados a las hogazas, muy pronto inventaron una forma de comer el trigo más acorde con sus costumbres: la tortilla de harina”. Además, los asados que hacían los criollos y misioneros fueron adoptados por los indígenas, quienes los combinaron con su propio toque.
Es importante tener en cuenta la situación geográfica de Sonora de hace algunos siglos. Antes de la urbanización, seguía siendo un territorio muy extenso con mucho terreno no habitado, con clima seco fuertemente caluroso, por lo que la sencillez de los productos, condimentos, presentación de platillos y métodos de cocina era necesaria, y fue así que se formó “una cocina peculiar intensamente campesina y fuertemente constreñida por un clima árido y por la poca diversidad en la producción de víveres”. En parte puede ser por eso que, en la actualidad, la comida de los pueblos sonorenses preparada en un contexto fuertemente rural tienen un sabor único e inigualable.
Dicho esto, podemos nombrar algunos platillos sonorenses, poniendo en primer lugar a la carne asada, la carne deshebrada con papas, los burritos hechos con tortilla de harina, la carne con chile, el chorizo de res, la machaca y la carne seca. También los riquísimos tamales, que pueden encontrarse de carne, elote dulce, elote salado y otros derivados de la cocina típica mexicana, como las gorditas con carne, los sopes, los tacos dorados, flautas, chimichangas, enchiladas, pozole y menudo.
Así como bistec ranchero, sopas como el caldo de res, de albóndigas, de verduras, el cocido, la gallina pinta, caldo de quelite, sopa de camarón y de otros mariscos. Parte de la gastronomía sonorense también es el menú de cosas del mar, como platillos hechos con camarones, pescados, pulpos, ostiones, entre otros, y el famoso pan dulce característico de México. Entre otros postres se encuentran el jamoncillo, la pipitoria, dulces de cajeta, pastel de elote, arroz con leche, empanadas de diferentes rellenos, las famosas coyotas de pueblo y la nieve de pitahaya. En cuanto a bebidas destaca el bacanora como una de las más representativas y con mayor producción que hay.